El chico que salvó la Navidad by Matt Haig

El chico que salvó la Navidad by Matt Haig

autor:Matt Haig [Haig, Matt]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2015-01-01T00:00:00+00:00


El arte de trepar por una chimenea

Sebastian volvió a echarse a roncar otra vez. El ruido que hacía parecía el de una motocicleta; aunque las motocicletas no se habían inventado todavía, por lo que Nikolas no habría podido entender la comparación. Poco después, la duendecilla de la verdad se quedó dormida también. El trol seguía acaparando toda la cama, de modo que la pobre tuvo que acurrucarse en el suelo, agarrada a su hoja de hachiflora. Nikolas estaba extremadamente cansado. Nunca antes se había sentido tan exhausto. Ni siquiera antaño, durante esas noches antes del día de Navidad, cuando no era capaz de dormir nada a causa de los nervios. Sabía que necesitaba hacerlo, pero no se fiaba de la duendecilla de la verdad. De modo que se sentó con la espalda apoyada contra la dura y fría pared contemplando el agujero de la chimenea. En el exterior de la celda, al otro lado de la gruesa puerta de madera, entremezclados con los ronquidos del trol, podía oír las voces susurrantes de los guardias elfos.

Tenía que salir de allí. No solo por el hecho de estar con dos criaturas que, cada una por sus razones, querían matarlo. No: tenía que escapar para encontrar a su padre. Tenía la corazonada de que aún estaba vivo, y sabía también que lo más probable es que estuviera con los hombres que, se suponía, habían raptado a Rosquetillo. Debía de tratarse de algún error. Su padre era un buen hombre.

Tenía que encontrarlo.

Tenía que traer a Rosquetillo de vuelta a Elfhelm.

Tenía que arreglarlo todo. Pero ¿cómo?

Recordó el día en que murió su madre. Su imagen tratando de esconderse del oso pardo, en el pozo, agarrada a la cadena que sostenía el cubo. Recordó cómo perdió el equilibrio y se cayó. Recordó el grito que emitió al precipitarse, mientras Nikolas observaba con horror desde la cabaña.

Aquel día, y durante muchos días más —digamos… unos mil noventa y ocho—, creyó que las cosas ya solo podrían ir a peor, que se despertaría bañado en lágrimas el resto de su vida, sintiéndose culpable por no haber permanecido a su lado, a pesar de que, en aquel momento, pensó que ella también había salido corriendo.

Durante bastante tiempo rezó para que ella regresara.

Joel le decía una y otra vez que se parecía a su madre, aunque sus mejillas no eran tan sonrosadas; por lo que, a veces, Nikolas solía recoger algunas moras o frambuesas y se las frotaba contra la cara, para después acercarse al lago y verse reflejado. Allí, sobre las nebulosas aguas, se quedaba ensimismado, como en un sueño, imaginándose que él era ella.

—Es curioso, papá —le dijo a su padre una vez—. Estoy seguro de que podría llenarse ese pozo con todo lo que he llorado.

—Ella no querría que lloraras. Ella habría querido que fueras feliz y estuvieras contento. Ella era la persona más alegre que he conocido nunca.

Así pues, a la mañana siguiente, Nikolas se levantó y consiguió no llorar. Tal y como había decidido hacer la noche anterior.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.